La prensa francesa situó en un principio en $734,648,170 la cantidad desembolsada por la impresionante villa, y los rumores se dirigían hacia el multimillonario ruso Mikhail Abramovich, propietario del Chelsea FC.
Pero, según el vespertino "Le Monde", ha sido su pudiente amigo y compatriota Prokhorov, que amasó su fortuna gracias al níquel, el que se convirtió el pasado 8 de agosto en el propietario de la mansión más cara del mundo al pagar por ella $440,841,360.
La compra de la villa situada en las colinas de Villefranche-sur-mer y Beaulieu- sur-Mer, a pocos kilómetros de la mediterránea Niza, supera a los $216,012,266 que el indio Lakshmi Mittal, propietario de ArcelorMittal, pagó por Kensington Palace Gardens, un apartamento situado entre el Palacio de Buckingham de Londres y la residencia del Primer Ministro, en el número 10 de Dowing Street.
La historia de "La Leopolda" se remonta a 1900, cuando el rey de Bélgica Leopoldo II pagó 1 franco simbólico por hacerse con un terreno donde poco después se erigiría la idílica mansión.
Convertida en 1915 en un hospital, la propiedad terminó en 1950 en manos de Giovanni Agnelli, el dueño del grupo automovilístico italiano Fiat y de la lujosa marca Ferrari, antes de que el banquero Edmond Safra se hiciera con la majestuosa vivienda en el sureste de Francia.
En 1999, tras la trágica muerte de este banquero suizo de origen libanés y naturalizado brasileño en un incendio provocado en su apartamento de Mónaco, la "Leopolda" pasó a su viuda Lily, que ahora se la ha vendido a Prokhorov.
Este ruso de 42 años que se ha enriquecido gracias a las materias primas a través de su participación en la compañía Norilsk Nickel, tiene fama de "playboy" y una fortuna de $19,838,138,951 que le convierten en la vigésimocuarta persona más rica de la Tierra, el sexto ruso del ránking, según de la revista estadounidense "Forbes".
El complejo de edificios escalonados que conforman Villa Leopolda, a cuyos pies hay una inmensa piscina ovalada flaqueada por árboles, está situada en medio de un vasto jardín de ocho hectáreas en cuyos olivos, naranjos, limoneros y ciruelos trabajan hasta cincuenta jardineros.
Pero Prokhorov no es el primer ruso que se instala en la Costa Azul, ni tampoco su gusto por el mediterráneo francés llegó con la caída de la Unión Soviética en 1989, ya que en realidad empezaron a adquirir y desarrollar propiedades en esa costa desde mediados del siglo XIX.
Ya en 1856 Alexandra Fedorovna, viuda del Zar Nicolás I, decidió instalarse en Niza, oficialmente por motivos de salud, excusa que escondía razones geopolíticas, pues el zar quería un acceso al mar para su flota, que pretendía alquilar al rey de Cerdeña.
La historia de amor ruso-francesa con Mediterráneo francés de fondo siguió desarrollándose hasta el punto de que, de las ciento cuatro familias extranjeras instaladas en la zona en 1959, una treintena eran rusas, indica "Le Monde", número que ascendió hasta las 600 propiedades rusas al término de la Primera Guerra Mundial.
Cuando en septiembre finalice el proceso de venta que comenzó el pasado 8 de agosto, Prokhorov pasará a incrementar la lista de sus conciudadanos que, durante los últimos dos siglos, han caído seducidos por el lujo de la costa más elitista de Francia.