De vuelta a Nueva York, donde el toletero dominicano se crió en el barrio de Washington Heights en el Bronx, Ramírez puso en el retrovisor hablar sobre la suspensión de 50 juegos que acaba de purgar por haber quebrantado el reglamento antidopaje de las Grandes Ligas.
"Si ustedes quieren hablar sobre pelota, hablaremos de pelota", dijo Ramírez al encontrarse con medio centenar de periodistas en el vestuario de sus Dodgers de Los Angeles al iniciar una serie contra los Mets en el Citi Field. "No voy a hablar más nada sobre lo que ya dije en San Diego".
Ramírez reapareció el viernes pasado frente a los Padres y en una rueda de prensa pidió disculpas a sus compañeros y aficionados.
Pero no tocó de frente el tema de los esteroides y tampoco lo hizo en Nueva York, donde su presencia captó la máxima atención.
Jovial, desenfadado y sereno, Ramírez casi que ni se inmutó cuando se percató del enjambre de periodistas y la batería de cámaras que le esperaban.
"¡Epa, soy el hombre más buscado!", exclamó al avistar a la prensa y seguido se puso a contar cuántos estaban frente a él.
Mientras bromeaba con sus compañeros sobre el por qué es un imán para los medios, un reportero le preguntó sobre el motivo por el cual no iba a hablar de cuestiones ajenas al béisbol.
Su repuesta fue parca: "eso está en el pasado, siguiente pregunta".
¿Y cómo ve sus posibilidades de ser exaltado al Salón de la Fama?
"Yo voy a pensar sobre eso en el futuro", replicó en lo que fue un contacto con la prensa que duró si acaso cinco minutos.
La recepción que le dieron en Nueva York se caracterizó por más abucheos que vítores, incluyendo un fanático que mostró un cartel con una jeringa.
En su primer turno al bate, Ramírez recibió una cerrada rechifla cuando su nombre fue mencionado por los parlantes. Se fue ponchado al ver pasar un pitcheo en cuenta de 3-2 y no ocultó su malestar con el umpire John Hirschbeck, lo que fue un deleite para los aficionados. Pero en su siguientes dos viajes al plato remolcó tres carreras mediante sencillos.
Después en la quinta entrada de nuevo vio pasar el tercer strike y al reclamar furioso, el umpire Hirschbeck lo echó del terreno de juego.
Ramírez, quien comenzó la jornada con un promedio de .333 y siete jonrones, declaró que de a poco va encontrando su habitual nivel de juego.
"Me siento bien, las piernas ya las siento fuerte", declaró.
Su manager Joe Torre se mostró contento con la evolución de Ramírez en sus primeros juegos tras la suspensión: "Lo noto cómodo tanto en el clubhouse como en el terreno".
"Pero hay que recordar que estuvo inactivo mucho tiempo. Está esforzándose en recuperar su fuerza", añadió.
"Si ustedes quieren hablar sobre pelota, hablaremos de pelota", dijo Ramírez al encontrarse con medio centenar de periodistas en el vestuario de sus Dodgers de Los Angeles al iniciar una serie contra los Mets en el Citi Field. "No voy a hablar más nada sobre lo que ya dije en San Diego".
Ramírez reapareció el viernes pasado frente a los Padres y en una rueda de prensa pidió disculpas a sus compañeros y aficionados.
Pero no tocó de frente el tema de los esteroides y tampoco lo hizo en Nueva York, donde su presencia captó la máxima atención.
Jovial, desenfadado y sereno, Ramírez casi que ni se inmutó cuando se percató del enjambre de periodistas y la batería de cámaras que le esperaban.
"¡Epa, soy el hombre más buscado!", exclamó al avistar a la prensa y seguido se puso a contar cuántos estaban frente a él.
Mientras bromeaba con sus compañeros sobre el por qué es un imán para los medios, un reportero le preguntó sobre el motivo por el cual no iba a hablar de cuestiones ajenas al béisbol.
Su repuesta fue parca: "eso está en el pasado, siguiente pregunta".
¿Y cómo ve sus posibilidades de ser exaltado al Salón de la Fama?
"Yo voy a pensar sobre eso en el futuro", replicó en lo que fue un contacto con la prensa que duró si acaso cinco minutos.
La recepción que le dieron en Nueva York se caracterizó por más abucheos que vítores, incluyendo un fanático que mostró un cartel con una jeringa.
En su primer turno al bate, Ramírez recibió una cerrada rechifla cuando su nombre fue mencionado por los parlantes. Se fue ponchado al ver pasar un pitcheo en cuenta de 3-2 y no ocultó su malestar con el umpire John Hirschbeck, lo que fue un deleite para los aficionados. Pero en su siguientes dos viajes al plato remolcó tres carreras mediante sencillos.
Después en la quinta entrada de nuevo vio pasar el tercer strike y al reclamar furioso, el umpire Hirschbeck lo echó del terreno de juego.
Ramírez, quien comenzó la jornada con un promedio de .333 y siete jonrones, declaró que de a poco va encontrando su habitual nivel de juego.
"Me siento bien, las piernas ya las siento fuerte", declaró.
Su manager Joe Torre se mostró contento con la evolución de Ramírez en sus primeros juegos tras la suspensión: "Lo noto cómodo tanto en el clubhouse como en el terreno".
"Pero hay que recordar que estuvo inactivo mucho tiempo. Está esforzándose en recuperar su fuerza", añadió.