Los soldados emplearon gases lacrimógenos y fuego real para contener a la multitud, que respondió a los uniformados con piedras y palos.
Tras haberlo expulsado del país a puntapiés y de cursar más tarde una orden internacional de captura, el Gobierno «de facto» de Roberto Micheletti renunciaba a detener en territorio hondureño a Zelaya. Vehículos militares obstaculizaron la pequeña pista y el avión venezolano en que viajaba el ex mandatario, tras dar varias vueltas sobre los cielos de la capital, tuvo que desistir de tomar tierra y encaminarse hacia Managua.
En El Salvador lo esperan el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y sus colegas de Paraguay, Fernando Lugo, y Ecuador, Rafael Correa. Zelaya adelantó que intentará nuevamente su regreso a Honduras en los próximos días y que buscará otras alternativas para entrar en el país.
En la madrugada del domingo, el derrocado mandatario anunció que regresaría a Honduras «en misión pacífica a restaurar la paz y el orden entre los hondureños, la tranquilidad y el respeto mutuo». El Ejecutivo interino dio entonces «instrucciones de que no dejen entrar el avión, venga quien venga» en él. La prohibición era extensiva a los cuatro aeropuertos internacionales del país.
El propio Micheletti justificó dicha medida para evitar «conflictos internos», y dijo que «en su momento» Zelaya podrá volver si desea entregarse a la justicia. Sordo a la advertencia, Zelaya partió de Washington acompañado por el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el ex canciller nicaragüense Miguel D'Escoto.
Este ir y venir de gentes se pruducía tras vencer el ultimátum planteado por la OEA a las nuevas autoridades hondureñas para que restauraran a Zelaya en la Presidencia. Al cumplirse el plazo de 72 horas decretado el miércoles, 33 de sus 34 países miembros —reunidos en asamblea extraordinaria en la capital estadounidense— decidieron suspender a Honduras de su participación en la institución. Así, la tercera nación más pobre del continente queda excluida del sistema interamericano, de los créditos del Banco Interamericano de Desarrollo y de los programas de cooperación en materia educativa y de salud.
La reunión de la OEA se prolongó durante todo el sábado y hasta bien entrado el domingo. Algunos cancilleres porfiaron, sin éxito, en incluir en la resolución una recomendación para que Zelaya desistiera de su propósito de retornar a Honduras, ante el riesgo que entrañaba. Los representantes de Canadá y Costa Rica hicieron constar de manera pública dicho consejo. Micheletti ha solicitado ya a la OEA la apertura de un «diálogo de buena fe»
Tras haberlo expulsado del país a puntapiés y de cursar más tarde una orden internacional de captura, el Gobierno «de facto» de Roberto Micheletti renunciaba a detener en territorio hondureño a Zelaya. Vehículos militares obstaculizaron la pequeña pista y el avión venezolano en que viajaba el ex mandatario, tras dar varias vueltas sobre los cielos de la capital, tuvo que desistir de tomar tierra y encaminarse hacia Managua.
En El Salvador lo esperan el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y sus colegas de Paraguay, Fernando Lugo, y Ecuador, Rafael Correa. Zelaya adelantó que intentará nuevamente su regreso a Honduras en los próximos días y que buscará otras alternativas para entrar en el país.
En la madrugada del domingo, el derrocado mandatario anunció que regresaría a Honduras «en misión pacífica a restaurar la paz y el orden entre los hondureños, la tranquilidad y el respeto mutuo». El Ejecutivo interino dio entonces «instrucciones de que no dejen entrar el avión, venga quien venga» en él. La prohibición era extensiva a los cuatro aeropuertos internacionales del país.
El propio Micheletti justificó dicha medida para evitar «conflictos internos», y dijo que «en su momento» Zelaya podrá volver si desea entregarse a la justicia. Sordo a la advertencia, Zelaya partió de Washington acompañado por el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el ex canciller nicaragüense Miguel D'Escoto.
Este ir y venir de gentes se pruducía tras vencer el ultimátum planteado por la OEA a las nuevas autoridades hondureñas para que restauraran a Zelaya en la Presidencia. Al cumplirse el plazo de 72 horas decretado el miércoles, 33 de sus 34 países miembros —reunidos en asamblea extraordinaria en la capital estadounidense— decidieron suspender a Honduras de su participación en la institución. Así, la tercera nación más pobre del continente queda excluida del sistema interamericano, de los créditos del Banco Interamericano de Desarrollo y de los programas de cooperación en materia educativa y de salud.
La reunión de la OEA se prolongó durante todo el sábado y hasta bien entrado el domingo. Algunos cancilleres porfiaron, sin éxito, en incluir en la resolución una recomendación para que Zelaya desistiera de su propósito de retornar a Honduras, ante el riesgo que entrañaba. Los representantes de Canadá y Costa Rica hicieron constar de manera pública dicho consejo. Micheletti ha solicitado ya a la OEA la apertura de un «diálogo de buena fe»