Fue, al fin, la primera pista cierta del destino del aparato desde que a las 4.15 del lunes (hora de la España peninsular) lanzara, de forma automática, una decena de señales informando de una avería eléctrica. Media hora antes, el piloto había hablado con un control aéreo brasileño informándole de que entraban en una zona de tormentas y turbulencias.
La zona en la que han sido encontrados los restos, esparcidos en un radio de 60 kilómetros, está más cerca de Brasil de lo que se había previsto. En principio, los aviones encargados de rastrear el Atlántico para tratar de hallar huellas del avión tenían asignada una zona de 2.000 kilómetros de perímetro, una extensión inmensa, mayor que Mauritania, equidistante de Brasil y de África.
Tras el hallazgo de los restos, la zona de la caída queda fijada con cierta precisión y empieza una verdadera carrera contrarreloj para tratar de recuperar la caja negra. Ésta emite una señal localizadora que se escucha a cierta distancia, que en teoría está sonando ahora en el fondo del mar, pero que tiene una duración limitada: 30 días. Si pasado ese tiempo no se ha recuperado, se perderán todas las posibilidades de encontrarla y de saber qué falló y qué precipitó el avión al mar.
En Francia, la palabra que más se repite es "misterio". Nadie se explica cómo un avión casi nuevo, de 2005, tachado de seguro, inspeccionado en abril y con un comandante experimentado pudo desaparecer así en medio del mar, sin siquiera lanzar una señal de auxilio. En las primeras horas, Air France recurrió a la explicación meteorológica: a las tormentas, especialmente duras y violentas en esa zona del planeta, y al impacto de un rayo en el fuselaje que hubiera dejado sin electricidad al avión.
Ayer, Air France ya no dijo nada. Han sido los responsables políticos los que se han encargado de airear las escasas explicaciones a las que pueden agarrarse. El primer ministro, François Fillon, aseguró ayer en la Asamblea Nacional que "no hay ninguna hipótesis que prime sobre otra", una manera de decir que no se descarta ni siquiera un atentado terrorista.
La zona en la que han sido encontrados los restos, esparcidos en un radio de 60 kilómetros, está más cerca de Brasil de lo que se había previsto. En principio, los aviones encargados de rastrear el Atlántico para tratar de hallar huellas del avión tenían asignada una zona de 2.000 kilómetros de perímetro, una extensión inmensa, mayor que Mauritania, equidistante de Brasil y de África.
Tras el hallazgo de los restos, la zona de la caída queda fijada con cierta precisión y empieza una verdadera carrera contrarreloj para tratar de recuperar la caja negra. Ésta emite una señal localizadora que se escucha a cierta distancia, que en teoría está sonando ahora en el fondo del mar, pero que tiene una duración limitada: 30 días. Si pasado ese tiempo no se ha recuperado, se perderán todas las posibilidades de encontrarla y de saber qué falló y qué precipitó el avión al mar.
En Francia, la palabra que más se repite es "misterio". Nadie se explica cómo un avión casi nuevo, de 2005, tachado de seguro, inspeccionado en abril y con un comandante experimentado pudo desaparecer así en medio del mar, sin siquiera lanzar una señal de auxilio. En las primeras horas, Air France recurrió a la explicación meteorológica: a las tormentas, especialmente duras y violentas en esa zona del planeta, y al impacto de un rayo en el fuselaje que hubiera dejado sin electricidad al avión.
Ayer, Air France ya no dijo nada. Han sido los responsables políticos los que se han encargado de airear las escasas explicaciones a las que pueden agarrarse. El primer ministro, François Fillon, aseguró ayer en la Asamblea Nacional que "no hay ninguna hipótesis que prime sobre otra", una manera de decir que no se descarta ni siquiera un atentado terrorista.