Muchos países respetan una disposición de las Naciones Unidas por la cual los desperdicios sólidos de un barco deben ser eliminados en tierra firme. La única excepción son los restos de alimentos. Las islas del Caribe, no obstante, no aceptan esa norma porque dicen que no están en condiciones de procesar esos desperdicios en tierra. Además, temen que, si aceptan esa disposición, los barcos atraquen en otros puertos menos regulados.
“No tenemos lugar para recibir nada de nadie”, expresó Travis Johnson, subjefe de práctico de puerto de Saba, una isla de 1,500 personas que está construyendo un nuevo muelle para recibir barcos grandes.
La Organización Marítima Internacional de la ONU prohibió en 1993 verter basura en el Caribe, un mar mayormente cerrado en el que numerosas islas impiden que las corrientes se lleven la basura al océano Atlántico. Pero la norma no entrará en vigor hasta que suficientes islas de la región informen que están en condiciones de tratar los desperdicios de los barcos. El grueso de las islas no lo ha hecho.
La ONU dispuso la medida para proteger áreas vulnerables al tráfico de barcos o con una ecología delicada. La medida ya rige en el Antártico, el Mar Báltico, el Mar del Norte y el Golfo Pérsico, y entrará en vigor en el Mar Mediterráneo en mayo.
Los ambientalistas dicen que los desperdicios arrojados al mar pueden atrapar a criaturas marinas, perjudicar la calidad del agua y alterar los ecosistemas, pues crean habitats para organismos oportunistas.
Ignorar la proscripción, por otra parte, puede traer aparejadas consecuencias para el turismo, pues los desperdicios pueden terminar en las playas. En las Islas Caimán, el gobierno determinó que botellas de leche que aparecieron en la playa provenían de un barco.
“Si uno tira las cosas al mar, tarde o temprano esos desperdicios van a regresar a tierra”, declaró Jeff Ramos, oficial de la Guardia Costera estadounidense basado en Curazao.
En el Mediterráneo, las autoridades dicen que las naciones costeras son muy sensibles al tema de los desperdicios y no han resistido la medida que prohibe usar el mar como vertedero.
“El tema de la basura de los barcos está muy bien documentado, al menos en nuestra región”, declaró Lilia Khodjet El Khil, de la división del Mediterráneo del Centro de Respuestas de Emergencia a la Contaminación Regional Marina, con sede en Malta.
Según las actuales regulaciones para el Caribe, los barcos pueden comenzar a deshacerse de la basura, incluidos metales, vidrios y papel, a cinco kilómetros (tres millas) de la costa, siempre y cuando sea picada y las partículas no sean de más de 2.5 centímetros (una pulgada). Casi todo lo demás, con excepción del plástico, puede ser arrojado a 40 kilómetros (25 millas).
Pero si se aprueba la prohibición de la ONU, no se podrá arrojar nada al mar, no importa que tan lejos se esté de la costa, con excepción de comida, que podrá ser tirada a cinco kilómetros.
Las islas caribeñas no logran fijar una política común debido a las rivalidades derivadas de su competencia por el turismo. La llegada de los cruceros son un acontecimiento económico relevante, pues los pasajeros dejan unos $1,500 millones anuales en los puertos. Los gobiernos no quieren espantar a los barcos fijando restricciones.
En un ejemplo notorio, la empresa Carnival dejó de hacer escalas en Granada en 1999 a raíz de un impuesto de $1.50 por cabeza para pagar por un vertedero.
“Los países no se olvidan de eso”, expresó Christopher Corbin, funcionario del Programa Ambiental de las Naciones Unidas basado en Jamaica.
La mayor parte de los barcos afiliados a la Asociación Internacional de Cruceros (Cruise Lines International Association) han dejado de arrojar desperdicios sólidos al Mar Caribe, según una declaración del organismo. Indicó que algunas empresas tienen a bordo incineradores, trituradores y programas de reciclaje, y generan mucho menos desperdicios no reciclables que los hoteles en tierra.
La cantidad de basura que llega a la costa ha disminuido marcadamente en los últimos 15 años, de acuerdo con Allen Chastanet, ex presidente de la Organización Caribeña de Turismo.
Y “hay una resistencia a recibir basura de otros, lo que llaman la ’basura de los países en desarrollo”’, expresó Corbini. “Hay un estigma asociado con esa basura”.
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