tras producirse un agujero del tamaño de una furgoneta en su fuselaje. Todo ha quedado en un susto, pero de los grandes. “Bueno, fue confuso, nadie sabía lo que pasaba… Pero la tripulación estaba tranquila, y nos cuidaron, todo parecía estar bajo control, caímos un poco en el aire, pero después todo fue bien” comentaba un pasajero. El avión, procedente de Hong Kong con destino Melbourne, cayó bruscamente de 9.000 a 3.000 metros. La profesionalidad del piloto y la tripulación ha evitado males mayores