Los hijos de Elisabeth fueron testigos de los abusos de Josef F. y la ayudaron con los partos
Según la confesión del propio Fritzl, todo comenzó en 1977, año en que abusó de su hija por primera vez. El horror recién comenzaba. Las violaciones se repitieron hasta que en 1984 Josef decidió drogar a Elisabeth y encerrarla en el sótano, donde pasó sus primeros días encadenada, y luego, atada a una soga con la que apenas podía llegar al inodoro.Nadie se explica cómo pudo mantener aquel pequeño submundo durante tantos años sin levantar siquiera una sola sospecha. El abusador obligó a Elisabeth a escribir una carta de su puño y letra en donde la joven decía que se iba y pedía que no la buscaran . Con esa carta, Josef se dirigió a la Policía.Lo cierto es que, tras una puerta de acero y hormigón de 300 kilos, la joven fue sistemáticamente abusada por su padre y, fruto de esa relación incestuosa, engendró siete hijos. En 1988 nació Kerstin y dos años después, Stefan. Ambos niños, quienes no salieron del sótano hasta cumplir los 20 y 19 años respectivamente, se acostumbraron a ver con sus propios ojos como Josef abusaba de Elisabeth. Años más tarde, y gracia a la ayuda de Kerstin y Stefan, llegaron los otros niños. Josef elaboró una estrategia macabra, para ahuyentar sospechas; “plantaba” a los niños que tenía Elisabeth en la puerta de su casa y, tras mostrar cartas de su hija en donde pedía que cuidaran de ellos, lograba su custodia. El final de la historia es conocido. Kerstin, la mayor, llegó muy enferma al hospital, donde los médicos detectaron una patología genética que generó las primeras dudas. Los profesionales del hospital buscaron por la televisión estatal a la madre y forzaron, de este modo, la primera salida de Elisabeth en el último cuarto de siglo.